Muchas personas infravaloran la importancia de intentar ser mejor persona cada día. Pasan la vida ocupadas tan solo con los devenires diarios. Sin embargo, ser mejor persona día a día es una de las cosas más importantes de nuestra vida, porque en ausencia de nuestra bondad, no somos nada. Aunque seamos muy válidos en ciertas áreas de nuestra vida, si no actuamos como es debido, no seremos dignos de ser llamados amigos, pareja, padres, hijos, hermanos o sencillamente ciudadanos.
¿Qué es una buena persona?
Una buena persona es alguien que muestra amor, alegría, paz, amabilidad, bondad, humildad, paciencia y además es capaz de resistir y permanecer leal frente a todo. Es también alguien que ejercita el autocontrol y que considera a los demás más importante que a uno mismo. Una buena persona es buen amigo, es buena escuchando y es alguien que exhibe integridad, dignidad y responsabilidad frente a sí mismo y frente a los demás en toda ocasión. Una buena persona no juzga a los demás, ni les lleva la cuenta, si no que camina por la vida ofreciendo perdón y comprensión. Las personas así no critican a los demás, sino que defienden a quién se sí lo merece. Hoy día existen muy pocas personas especiales, y si encuentras a una, no dudes en permanecer siempre lo más cerca de esta persona, como persona positiva que es y como persona en la cual siempre podrás confiar como un verdadero amigo.
¿Cómo ser buena persona?
Ser buena persona no significa dejarse pisotear por los demás. Realmente es muy fácil. Basta con empezar por preguntarse “¿Cuál es el propósito de mi vida?”, “¿Qué beneficios tiene ser una buena persona?” Esas son las bases para abrir la mente y el corazón a las actitudes, comportamientos y valores buenos de una persona que expondré a continuación.
Sé proactivo
Es muy tentador pensar que en la medida en que evites llevar a cabo ciertas malas acciones, tales como robar, criticar o mentir, etc., estás siendo buena persona, sin embargo, hay mucho más que eso. Evitando hacer cosas malas habrás dado un paso muy importante para ser bondadoso, pero es solo el principio. Para ser bueno, además de evitar hacer cosas malas, hay que hacer cosas buenas.
¿Alguna vez has escuchado el refrán “el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”? De nada sirven los buenos propósitos y buenas intenciones si estas no se llevan a cabo en la práctica y si estas acciones no tienen buenas consecuencias. No todos los intentos de hacer el bien dan buenos frutos, de modo que sí lo que has hecho no funciona, tienes que estar dispuesto a reconsiderar tus actos y cambiarlos de acuerdo a la experiencia. Nunca dejes que tu sentido del deber o la lealtad se interpongan en tu camino hacia hacer el bien. Por ejemplo, muchos padres creen que es bueno ayudar a sus hijos en todo momento y siempre que puedan, pero existen ocasiones en las cuales los niños necesitan aprender ciertas lecciones por ellos mismos y afrontar ciertas dificultades para poder gestionar o evitar problemas en el futuro. La intención de los padres puede ser bondadosa, pero las consecuencias de sus acciones puede no serlo.
Al margen de las consecuencias buenas o malas de nuestras acciones a corto plazo, es necesario pensar en cuál es el bien mayor que tratamos de conseguir o proteger. A menudo las personas hacen cosas buenas por las razones equivocadas, y cosas malas por las razones adecuadas.
Define lo que el “bien” significa para ti. En última instancia, tienes que decidir en base a tu código ético, y lo que importa es que camines hacia delante acompañado de aquello que crees que te hace una persona mejor y más feliz. En ocasiones, lo que tú crees que está bien puede entrar en conflicto con lo que otros piensan que está bien, e incluso podrán acusarte de esta equivocado a ser mala persona. Considera sus puntos de vista, -es posible que ellos sepan algo que tú no sabes, en cuyo caso aprenderás de ellos y podrás al día tu código ético, o quizá su experiencia sea limitada, en cuyo caso deberás tomar sus puntos de vista con escepticismo-.
Sé equilibrado
En los esfuerzos para hacer el bien, es fácil deslizarse de un extremo al otro. Pero cualquier forma de extremismo, del tipo que sea, puede conducirnos a tener una mente cerrada, uno de los síntomas comunes a la mayoría de malas personas. El Budismo nos da una enseñanza para evitar el extremismo: “El Camino Medio”. En cualquier momento en el cual te des cuenta que te estás yendo hacia un extremo, trata de encontrar “El Camino Medio” antes de actuar.
Es bueno tratar de ser humilde y amable, pero no es bueno ser tan humilde y amable que los demás caminen por encima de ti, hasta el punto de poner en riesgo tu salud física o emocional, o la de tu familia.
Es bueno ser positivo, pero no es bueno ser positivo hasta el punto de ignorar los riesgos o esconder los errores bajo la alfombra. No es bueno no aprender de las malas decisiones por pensar “positivamente” que la próxima vez sí saldrá bien.
Es bueno ser honesto, pero no es bueno ser honesto hasta el punto de herir innecesariamente los sentimientos de los demás, violar su privacidad o evitar que alguien encuentre la respuesta a sus preguntas por el mismo. Se cuidadoso con lo que dices a los demás. Un juicio u observación ligera o precipitada puede resonar en la cabeza de la otra persona para toda la vida y causar mucho dolor y tristeza, especialmente en los niños. No te fíes siempre de tu inteligencia. Tus ideas preconcebidas no son siempre infalibles ante cualquier ocasión. Recuerda siempre que tu humildad es la mejor arma de persuasión en tu poder. En ocasiones es necesario dar un paso atrás para escuchar al corazón, y para tratar de ver tus propias creencias o acciones de una forma más objetiva.
Otorga el beneficio de la duda
Presume que cada persona que conoces es una buena persona y actúa de acuerdo con ello, sin poner en riesgo tu integridad. Si ves a alguien haciendo algo que consideras malo, considéralo dentro del contexto de su propia vida, y no te dejes guiar por conclusiones precipitadas. Trata de descubrir que es lo que motiva sus malas acciones, y si lo ves apropiado, trata de explicarles porque sus acciones pueden causar daño a alguien. En muchas ocasiones, ayudar a alguien a convertirse en una buena persona de una forma amable y sin imponer nada puede ayudarte a aprender y a convertirte tú mismo en una mejor persona.
Haz el bien de forma altruista
No trates de ser bondadoso porque tus padres, tus amigos o tu pareja te lo digan, no trates de ser buena persona para obtener el reconocimiento o el respeto de los demás, o por cualquier tipo de recompensa más allá de tu propia satisfacción por hacer lo que tú creas que está bien. Tu dedicación a cualquier credo o ideología no te hace mejor que nadie. Haz lo que creas que te hacer mejor persona, y recuerda que se trata de un camino personal, y que el camino hacia la felicidad de cada persona es único. Haz el bien de forma silenciosa y altruista, sin buscar aclamación por ello. Renuncia también a hacer el bien para recibir algo bueno a cambio. Si solo eres bueno porque esperas que siempre te devuelvan algo bueno a cambio, te sentirás defraudado en muchas ocasiones respecto de tus expectativas. Como dijo Bruce Lee: "Esperar que la vida te trate bien por ser buena persona, es como esperar que un tigre no te ataque por ser vegetariano".
Se compasivo
Saber perdonar es una característica de las buenas personas. Es necesario saber dejar de lado el resentimiento, el odio y la ira. Una buena persona no permite que estas emociones negativas hagan sombra a su alegría y a la alegría que pueden dar a los demás. Una buena persona desarrolla un corazón que da amor y no busca venganza. No son felpudos que se dejan pisotear por los demás, pero son capaces de darse cuenta de que todos cometemos errores. Para ser bueno, es necesario que creas en el poder de tus propias acciones para influenciar e inspirar a los demás. Las semillas de bondad que plantas en la vida, son la fuente de las que puede nacer la bondad de otras personas.
Respeta a los demás
Las buenas personas respetan a los demás, pero su respeto nace del respeto hacia ellos mismos. Ellos se valoran a sí mismos y a sus emociones, así como las de los demás. Escuchan activamente porque le importan los pensamientos y emociones de los demás. Las personas bondadosas abren su mente ante la diversidad de pensamientos y opiniones sin hacer a los demás sentirse juzgados. Puede que no estén de acuerdo contigo, pero son capaces de gestionar las discrepancias de una forma respetuosa.
Evita mentir cuando sea posible
Con la excepción de aquellas mentiras que pueden proteger los sentimientos de los demás, decir la verdad es siempre más fácil que mentir. Obligarte a ti mismo a decir la verdad es asimismo la motivación que necesitas para tomar mejores decisiones cuando te enfrentes antes los dilemas de la vida.
Hay quién piensa que ser buena persona no sirve de nada
Muchas personas dicen “ser buena persona no sirve de nada”, “estoy cansado de ser buena persona”, “ser buena persona es una porquería”. Otros afirman ser “demasiado buena persona” o que “ser buena persona es muy difícil, porque ya me requiere mucho esfuerzo ocuparme de mis propios problemas”. Pero la realidad es que no hace falta hacer tantas cosas, solo basta con hacer lo que tenemos que hacer.
Ser buena persona no significa ser tonto
No trates de forzar a ninguna persona a aceptar tu ayuda si no la quiere. No seas tan amable todo el tiempo que la gente se aproveche de ti constantemente. Una parte de ser buena persona es ayudar a los demás a convertirse en mejores personas. Hacerlo todo por alguien que es capaz de cuidarse a sí mismo no le ayudará ni a él ni a ti.
Los buenos profesionales son buenas personas
Howard Gardner es un psicólogo, investigador y profesor de la Universidad de Harvard, conocido por su Teoría de las Inteligencias Múltiples, pero además de ello también ha estudiado la ética de la inteligencia y por qué personas consideradas triunfadoras y geniales en la política, las finanzas, la ciencia, la medicina u otros campos hacían cosas malas para todos y, a menudo, ni siquiera buenas para ellas mismas. Para ello inició un experimento en Harvard, el Goodwork Project, para el que entrevistó a más de 1.200 individuos.
Aquí traigo un fragmento de la entrevista concedida a Lluis Amiguet, periodista de La Vanguardia, en relación con los hallazgos de esta investigación.
¿Por qué hay excelentes profesionales que son malas personas?
Descubrimos que no los hay. En realidad, las malas personas no puedan ser profesionales excelentes. No llegan a serlo nunca. Tal vez tengan pericia técnica, pero no son excelentes.
A mí se me ocurren algunas excepciones...
Lo que hemos comprobado es que los mejores profesionales son siempre E CE: excelentes, comprometidos y éticos.
¿No puedes ser excelente como profesional pero un mal bicho como persona?
No, porque no alcanzas la excelencia si no vas más allá de satisfacer tu ego, tu ambición o tu avaricia. Si no te comprometes, por tanto, con objetivos que van más allá de tus necesidades para servir las de todos. Y eso exige ética.
Para hacerte rico, a menudo estorba.
Pero sin principios éticos puedes llegar a ser rico, sí, o técnicamente bueno, pero no excelente.
Resulta tranquilizador saberlo.
Hoy no tanto, porque también hemos descubierto que los jóvenes aceptan la necesidad de ética, pero no al iniciar la carrera, porque creen que sin dar codazos no triunfarán. Ven la ética como el lujo de quienes ya han logrado el éxito.
“Señor, hazme casto, pero no ahora”
Como san Agustín, en efecto. Otra mirada estrecha lleva a estudiantes y profesionales comodones a ser lo que consideramos inerciales, es decir, a dejarse llevar por la inercia social e ir a la universidad, porque es lo que toca tras la secundaria; y a trabajar, porque es lo que toca tras la universidad..., pero sin darlo todo nunca.
Sin ilusión, la vida se queda en obligación.
Y otros son transaccional es: en clase cumplen lo mínimo y sólo estudian por el título; y después en su trabajo cumplen lo justo por el sueldo, pero sin interesarse de verdad limitan su interés y dedicación. Y son mediocres en todo.
¿No descubren algún día de su vida algo que les interese realmente?
Algunos no, y es uno de los motivos de las grandes crisis de la madurez, cuando se dan cuenta de que no hay una segunda juventud. Otra causa es la falta de estudios humanísticos: Filosofía, Literatura, Historia del Pensamiento...
¡Qué alegría! Alguien las cree necesarias...
Puedes vivir sin filosofía, pero peor. En un experimento con ingenieros del MIT descubrimos que quienes no habían estudiado humanidades, cuando llegaban a los 40 y 50, eran más propensos a sufrir crisis y depresiones.
¿Por qué?
Porque las ingenierías y estudios tecnológicos acaban dándote una sensación de control sobre tu vida en el fondo irreal: sólo te concentras en lo que tiene solución y en las preguntas con respuesta. Y durante años las hallas. Pero, cuando con la madurez descubres que en realidad es imposible controlarlo todo, te desorientas.